viernes, 16 de octubre de 2009

Michel Petrucciani: Un duende en la gran ciudad.



Conocida es la anécdota de que un empresario televisivo porteño nos impidió ver hace unos años (por televisión) a este gran músico y pianista en su paso por Buenos Aires porque su físico no se “ajustaba al modelo social normal” de nuestros tiempos, olvidando este hombre en su prejuicio que los músicos normalmente nos dedicamos a disolver las barreras temporales de la cultura para encontrar nuevas asociaciones y realidades que se traducen en metáforas “sin tiempo” y así conmover y transformarnos, crecer y reinventarnos.
Sin embargo hay algunos músicos con demasiado talento que no sólo disuelven el significado del tiempo sino también el del espacio y así parece que vienen de otro universo, tal el caso de Michel Petrucciani que con sólo un metro de altura parecía tener una mirada musical que sobrevolaba el Monte Everest en el Himalaya y posiblemente esa haya sido su gran ironía y de la que disfrutó en vida haciendo música.
Es que la dimensión humana de este músico improvisador sobrepasó las modas y los prejuicios de los tontos y se impuso con la calidad de un maestro en el arte de decir detrás de las palabras las cosas que sólo los acordes y melodías explican del modo más preciso y universal y porque no, también “extraterrestre”.
M. J. 

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